Cruzados del yeyé

«No quiero ser igual que todo el mundo. Por eso soy mod. Tienes que ser alguien, si no mejor tirarte al mar». Lo dice Nel, mirando al infinito desde sus gafas de mod, sobre su moto mod y junto a su novia mod. Sus palabras son, una por una, las mismas que decía el protagonista de 'Quadrophenia', la película británica que inmortalizó a esta tribu urbana que no podía moverse si no era a lomos de una scooter. Ni puede. Nel viene con su vespa 160 del 73 a la 'Scooter Cruzada', la concentración de motos clásicas que se celebra en Gijón desde ayer como una de las actividades de la décimo cuarta edición del Euroyeyé.
La concentración es, sin duda, la parte del programa que más atractivo tiene para los no adeptos al movimiento, que vienen a hacerse fotos con las vespas y las lambrettas mientras los dueños les miran entre orgullosos y vigilantes. Los 150 moteros inscritos en la concentración pasan juntos día y noche, «rodando» por Asturias y yendo por la noche a los conciertos. «Ahora esto, luego de fiesta, luego otra vez la moto... Estoy deseando que llegue el lunes para ir a trabajar», bromea Chiti, que viene con su moto desde Pamplona. Algunos se acercan desde muy lejos «tiene mérito si piensas que como mucho te pones a 85 por hora y no hay más chicha porque no hay más motor», cuenta 'Chuchi Vespa' para destacar que su amigo Luiz, al que conoció en una de estas concentraciones, venga desde Portugal. «Venimos hasta sin acreditación», dice Tino, que aprovecha para pedir a la organización más plazas la próxima vez.
Con el tiempo, el evento se ha hecho popular más allá de lo mod y son cada vez más los que vienen sólo por las motos, «yo de mod poco, soy más bien mocker, medio mod medio rocker». Atrevida afirmación la de Toni que levantaría ampollas en la época dorada de estos dos grupos, enemigos legendarios. «Me ha tocado vivir épocas a tortazo limpio con los rockers, pero desde los años 80 aquello está enterrado». Hay otras cosas que con la edad han enterrado estos mods que ahora son informáticos, guardias de seguridad, médicos... Sabiendo esto se entiende que traten sus motos como a sus bebés. Eso y otros pequeños guiños en su ropa en el trabajo, como cuenta Igu, tras confesar en voz baja que es asesor financiero. «Doble vida total. Al banco no queda más remedio que ir de traje, pero nadie me quita mis tres botones ni mi ropa estrecha».