1954. Entre la Vespa y la Lambretta

La noticia del día de hoy, hace cincuenta y cinco años, no tenía orígenes extríctamente donostiarras pero afectaría a San Sebastián como a otras muchas ciudades cercanas y lejanas. El escenario de la misma fue la tantas veces llamada 'villa armera', que en esta ocasión iba a armar a la población no de pistolas ni de otros artilugios parecidos sino de un 'arma' para ser utilizada como símbolo de la libertad, porque ¡qué libertad daba una Lambretta!.

Era el sueño de la juventud para la que el 600 todavía estaba lejano. Aquella motocicleta permitía explorar remotos horizontes, fardar ante la chica de turno que aspiraba a ser 'el paquete' -que así era conocida la chica que viajaba en la parte de atrás- del nuevo invento cuyo titular, el chico, lo pasearía a diestro y siniestro.
¡Tener un novio con moto! ¡Vaya chulada! Pero siempre hay un pero. Antes de acceder a la Lambretta había que superar la gran duda filosófica de «¿Vespa o Lambretta? Que aunque de fabricación más lejana, la Vespa también tenía su encanto. Y gran mercado.
Pero la Lambretta era como la de casa, que para eso a partir de hoy, hace poco más de medio siglo, comenzó a fabricarse oficialmente en Eibar. EL DIARIO VASCO se hacía eco de la noticia publicando una fotografía en la que se veía a la motocicleta «paseando por el monte, recorriendo caminos de carros, sin colocar el conductor ni una sola vez los pies en el suelo y a considerable velocidad».
A las once de la mañana llegó el gobernador civil, Tomás Garicano Goñi, a la factoría Alfa S.A. donde le recibió el gerente Fernando Mendoza. La Sociedad Lambretta Locomociones llevaba un año funcionando, pero le faltaba la inauguración oficial que al fin llegó. Que el párroco Miguel Lasa bendijera las instalaciones estaba en el ritual, pero resultó singular que al acto acudiera «un millar de obreros de Alfa, todos ellos accionistas de la scooters llamada Lambretta».
Y la Lambretta, como cumpliendo misiones bíblicas, creció y se multiplicó «sin que hubiera lugar en el mundo donde no estuviera presente, pudiendo alcanzar los 70 km/h, hacer zig-zag, virar en redondo y frenar en seco».
El cronista, que tiraba para casa, consideraba normal que semejante maravilla hubiera podido fabricarse, porque era el lógico resultado «de las manos y la inteligencia de los hijos de un pueblo emprendedor, capitanes de la industria, admirado y reconocido para la conquista de mercados internacionales».